Llego aquí como ayer, sencillamente;
y en medio de los campos
abandono mi cuerpo
sobre la hierba fácil.
Ni voces que interrumpan la secreta
comunión de la vida;
ni libros imponentes
ni exceso de palabras.
Dulce cielo otoñal sobre los valles;
el agua limpia, el césped, la inefable sencillez de las cosas;
y yo, sin ligaduras,
buscando el rumbo cierto a la sombra de Dios que me sustenta.
Y la emoción que me darán los hálitos del bosque, santamente,
y el éxtasis divino del silencio debajo de los árboles…
La noche azul me cubre;
mi frente se circunda de lirios y de estrellas,
y nace mi bondad y va fluyendo;
Y en la inquietud absorto,
sobre la hierba trémula,
mi corazón humilde ama todas las cosas;
y siento hervir mi sangre,
y quiero derramarla,
y esta virtud cruenta me va purificando…