DESAMPARO DE LOS CREPÚSCULOS IX (“Rigoleto” Barranquilla 1907)

Huyo de aquel dolor que me hizo un día
bajo el misterio incógnito del cielo
sangra el alma silenciosamente…
¿a qué desde las áridas riberas tender la vista al horizonte?
-El clarobeso de luz en la extensión naufraga-
y antes de que la sombra me circuya,
apagaré mi espíritu intranquilo
en el fulgor violeta de la tarde…

Ya sobre el mar en gira tumultuosa
no veré mas la convulsión enorme
que templó mi vigor, ni en la propicia
madurez halagüeña de los trigos
espaciaré los moribundos ojos;
ya no he de uncir las manos temblorosas al tronco de los robles,
cual solía para trepar hasta el follaje ameno,
ni más sobre el fervor de la pradera
replicará la esquila de mis cantos;
no veré más el rayo de la luna que se quebraba en los azules montes…
¡no veré más los ojos de los niños!

Tú, perfume y rumor del campo umbrío,
hacecillo de rosas ideales, ánfora de virtud enaltecida
-tú- la maga de veinte primaveras,
lánguida novia de pupilas hondas que cruzas bajo el árbol del ensueño,
¡perdóname!
-la lumbre que redime sobre los montes del confín no viene,
la fe desmaya, la ilusión desmaya,
la fuerza languidece y se desmaya…
y antes de que las sombras me circunden,
¡apagaré mi espíritu intranquilo
en el fulgor violeta de la tarde!