A Adrian, (2005)
Como un regalo te ofreciste,
llegaste a mí con las manos abiertas;
vaciaste el mundo para entregármelo.
Un árbol con sus frutos, eres.
Llenaste la casa de tus ojos,
te apropiaste de los espacios;
no dejaste un muro sin tu retrato,
tu figura penetró en los cuartos.
Y con tu silueta lánguida,
con las frutas recogidas,
te dejé para que tu vida fuera,
para que crecieras y llenaras el universo de tu alegría.